CRÓNICAS: Viaje Inolvidable a Egipto
CRÓNICAS: Viaje Inolvidable a Egipto
Parte IV y final: De Conjuros y de Momias
Por: Lucía de García
Toronto.- Al término del viaje a Egipto, en Toronto y nuevamente en mis labores en Diario El Popular, tras un día de descanso se me encargó reemplazar al Corrector, apreciado compañero que había salido de vacaciones. Más, el diferencial horario por el que debía estar durmiendo ya que en Egipto era noche, hizo que en plena tarde me atrapara el sueño.
Según los expertos, tal situación se debe a la alteración del reloj biológico, y el organismo sólo se estabiliza con el transcurrir de tantos días cuantas horas de diferencia hayan entre el punto de partida y el de llegada. Al existir entre Toronto y El Cairo siete horas diferenciales, apenas había descontado una y ya me encontraba trabajando en el que se constituía el segundo día. Así revisé la edición completa del día siguiente y regresé a casa.
Al tercer día, ya instalada en mi lugar de la sala de redacción, se acercó un compañero de labores para decirme con delicadeza que el periódico se había publicado con fallas. Sorprendida, sólo pude decir “voy a revisar”. Lo hice y en verdad encontré faltas de ortografía y de puntuación; frases como “la cadena de derrotas continuó con la derrota”; y en la sección deportiva, por desconocer el léxico beisbolista, no pude discernir si serían adecuadas citas cuya interpretación me fue tan imposible de descifrar como un jeroglífico egipcio: “le dio pelotazo para llenar las almohadillas”, “ponchó con las bases llenas en la parte baja del noveno episodio”; lo que sí me pareció una exageración es que el equipo hubiera perdido “por culpa de una mala seña”.
Al cuarto día, al leer un texto media adormecida, sabía que “haz etiquetado” estaba mal escrito, pero no podía captar qué era lo correcto ¿as, az, ahz, has, ahs? Consulté a mis compañeros de labores, quienes enunciaron razones gramaticales en las que destacaban las palabras “pretérito, pluscuamperfecto, indefinido, subjuntivo, imperfecto, potencial”. Creo que la combinación funcionó como el conjuro que se dice lanzan las momias egipcias, y todos nos convencimos de que lo correcto era escribir “as”. Semejante falta debió haber inquietado mi subconsciente, pues al quinto día desperté conjugando el pretérito perfecto del verbo haber: yo he, tú has…
Muy tarde. La edición imprimió “as etiquetado”. Sólo entonces todos nos convencimos de que las momias tienen el poder del encantamiento, pues es absurdo que ninguno de nosotros, con experiencia en la redacción periodística, se diera cuenta del terrible error gramatical que habíamos cometido. Días después, con mi sueño ya regularizado, en mi crónica habitual a la que titulé “Anécdotas de Corrector”, narré lo ocurrido y pedí a los lectores comprensión ante las fallas incurridas debido al hechizo de alguna momia egipcia.
Hoy, revisando esas anécdotas para resumirlas en la presente crónica, al escribir “pretérito, pluscuamperfecto, indefinido, subjuntivo, imperfecto, potencial”, sentí que nuevamente me envolvía el conjuro de alguna momia egipcia y regresaba a Egipto.
Me recibieron la Esfinge y las maravillosas Grandes Pirámides, que contemplan el quehacer humano desde sus cuatro caras perfectamente alineadas con los puntos cardinales en tanto sonríen a las estrellas del cielo. El Desierto del Sahara, que hace poco reveló el secreto que esconde bajo su manto de arena: millones de litros de agua pura, cruciales para la existencia de nuestro planeta. El Río Nilo, que juguetón sigue engendrando vida al besar las orillas.
En El Cairo encontré que el Museo Egipcio ha impulsado dos construcciones. El bello y moderno edificio del Museo Nacional de la Civilización Egipcia, situado en el barrio de Fustat, donde previa su inauguración en 2021 colocó más de 50.000 reliquias de su inmensa reserva, trasladándolas por las calles de El Cairo con toda pompa, en transmisión televisiva directa. Y el Gran Museo Egipcio de Guiza, el más grande, ultramoderno y espectacular del mundo, ubicado cerca de las Grandes Pirámides, donde acomodó más de 100.000 piezas procedentes de varios museos, y tras abrir parcialmente sus puertas al público, en noviembre y también por transmisión directa de televisión, con cuidado extremo subió íntegra la Barca Solar de Keops sobre una estructura teledirigida diseñada expresamente, y la desplazó por los apenas dos kilómetros de distancia entre su antiguo y nuevo hogar, en hazaña delicadísima que duró 10 horas.
En cuanto a El Cairo, continúa con su consabido caos, y su población ya supera los 22 millones de habitantes. “Como una forma de dar orden al caos”, Abdelfatah Al-Sisi, mandatario de Egipto desde 2013, decidió crear una nueva capital administrativa y financiera en el desierto, casi una hora al este de la capital, en media ruta hacia la ciudad de Suez. Lo ha conseguido. La ciudad, de 700 kilómetros cuadrados, moderna, elegante, espléndida, llena de fuentes de agua y verdor, está dotada de última tecnología. Allá irán las embajadas de los diferentes países y las oficinas gubernamentales, varias de ellas ya están funcionando. Sus barrios residenciales acogerán unos siete millones de habitantes, lo cual aliviará en gran parte los problemas de la capital.
Aunque ciertos sectores critican el gasto, la población está muy contenta. El gobernante sabe que la única forma de trascender con grandeza en el tiempo es proporcionar al pueblo lo que éste requiere: satisfacer sus necesidades materiales y espirituales, facilitarle el acceso a todos los ámbitos de la cultura, rodearle de hermosura, estimularle a vivir en armonía con sus semejantes, con la tierra, con el cosmos, tal como lo hizo la civilización más avanzada y fascinante que registra la humanidad: la de sus antepasados.
Finalizo esta serie de cuatro crónicas indicando que la foto que las ha encabezado me la compartió un entusiasta grupo de jovencitas de Quito. Ellas armaron el Pesebre Viviente en un bello jardín donde las palmeras semejan el paisaje de Egipto, aquel donde la parte superior de la Pirámide de Keops constató la alegría con la cual recibimos la llegada del milenio durante nuestro inolvidable viaje familiar.
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