CRÓNICAS. Idilio entre Antonio José de Sucre y Mariana Carcelén
CRÓNICAS. Idilio entre Antonio José de Sucre y Mariana Carcelén
Por: Lucía P. de García
Toronto.- Antonio José de Sucre descendía de las faldas del volcán Pichincha luego de otorgar la independencia de España a la Real Audiencia de Quito, hoy Ecuador. La población, que desde la capital había contemplado la lucha, festejaba con algarabía, mientras él y un grupo de sus subalternos se alojaban en el Convento de Santo Domingo. Una joven atravesó a toda prisa uno de los corredores, al preguntar de quién se trataba le dijeron que era Mariana Carcelén, hija del Marqués de Solanda. Ella, su madre y otras jóvenes se habían refugiado en el lugar para prevenir desmanes tras la contienda. El Gran Mariscal de Ayacucho se presentó, ofreciéndoles garantías para que volvieran a sus hogares sin inconvenientes. Poco después liberó a los patriotas que estaban encarcelados, entre ellos al padre de Mariana. Era el 24 de Mayo de 1822.
A las gentilezas de Sucre el Marqués correspondió invitándole a una de sus haciendas, Quisinche, cerca de Quito. Las alamedas llenas de rosas y la complicidad de los enormes sauces auspició el idilio entre Antonio José y Mariana, cuyos progenitores apoyaron gustosos.
Habían transcurrido varias semanas cuando llegó de visita Simón Bolívar, quien encontró a Sucre totalmente flechado por Cupido. Éste le confió que deseaba casarse y radicarse en Quito. El Libertador se alegró por la decisión de quien quería como a un hijo, sólo le pidió que antes le acompañara al Perú, pues le era imprescindible su presencia en esas tierras. Poniendo por sobre sus afectos la causa independentista, Antonio José partió prometiéndole a Mariana amor eterno y pronto regreso. Más, la campaña en el Virreinato de Lima fue difícil, larga, y el retorno se prolongó aliviado por las eventuales visitas de Sucre a Mariana y el intercambio de cartas.
A fines de 1823, al revisar su correspondencia, Sucre recibió la noticia de que Mariana se había casado con un general colombiano. Devastado, decidió arrancarse por completo el recuerdo de la quiteña entregándose a la guerra. Días después, unos amigos que llegaron de Quito le informaron que si bien era cierto que dicho oficial había pretendido a la joven, el asunto había terminado cuando Mariana y sus padres le habían indicado que ella estaba comprometida. Aliviado, Sucre escribió a Vicente Aguirre, amigo común de él y de Mariana, que ante ella y su familia ratificara que “yo quiero infinitamente a Mariana y seré fiel a mi palabra”. La pareja contrajo nupcias en 1828, cuando Sucre era Presidente de Bolivia. Poco tiempo vivieron en tierras bolivianas. Sucre renunció a su cargo y regresó a Quito, donde nació su hija Teresita. Un año más tarde fue a Bogotá para presidir el Congreso que debía evitar la fragmentación de la Gran Colombia. De regreso a Quito fue asesinado en Berruecos el 4 de junio de 1830, cuando tenía 35 años de edad.
Mariana quedó viuda a los 24 años de edad. Luego de contraer segundas nupcias, Teresita falleció cuando tenía 2 años y Mariana fue madre de un niño. Nuevamente viuda, contrajo un tercer matrimonio del que nació una niña que murió al poco de nacer. Su único vástago le causó un gran dolor al casarse con la hija del primer Presidente del Ecuador, Juan José Flores, a quien Mariana culpaba por la muerte de Sucre. La Marquesa de Solanda falleció en 1861. Nunca pudo ser totalmente feliz. Mantuvo en secreto el lugar donde descansaron los restos del Gran Mariscal de Ayacucho para evitar que los profanaran sus enemigos políticos. Al conocerse el secreto 70 años más tarde, los restos de Sucre fueron trasladados con honores a la Catedral Metropolitana de Quito. El idilio entre Antonio José de Sucre y Mariana Carcelén se inscribió en la historia.
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