CRÓNICAS. Otro Célebre de Abril
CRÓNICAS. Otro Célebre de Abril
Por. Lucía P. de García
Toronto.- Parecería que este mes hubiera sido el escogido por ciertos insignes de las letras para viajar hacia la eternidad. Gabriel García Márquez es uno de ellos. Su historia empieza con una palabra que suena a conjuro: Aracataca. Así se llama la ciudad del Caribe colombiano donde nació el 6 de marzo de 1927 para, según sus propias palabras, vivir la “ficción de la ficción” de sus recuerdos, producto de la “enfermedad mortal del periodismo y de la literatura”.
Tal enfermedad inició a pocos meses de nacido, cuando sus padres Gabriel Eligio García y su madre Luisa Santiaga Márquez fueron a vivir a Sucre, dejándole con sus abuelos maternos y sus tías. Su abuelo, el coronel liberal Nicolás Márquez Mejía, le contaba de su juventud, de la Guerra de los Mil Días, le llevaba al cine, al circo, al correo, al comisariato de la compañía bananera donde a los cinco años de edad conoció el hielo; al tocarlo creyó que se había quemado, al darse cuenta que era frío se maravilló ante el portento. Era el presagio de que Aracataca se convertiría en Macondo, lugar que empezó a gestarse con los relatos de su abuela Tranquilina Iguarán Cotes: anécdotas familiares, supersticiones, mensajes recibidos desde sueños. También a los cinco años “Gabito” se enamoró de su profesora, por ella iba feliz al Colegio Montessori de Aracataca, donde aprendió a leer, escribir y a narrar cuentos de inocente humor. La muerte de su abuelo en 1936 le obligó a regresar con sus padres, quienes le regalarían diez hermanos.
En Barranquilla estudió como interno en el colegio San José. Igual sucedió en el Liceo Nacional de Zipaquirá, cerca de Bogotá, donde el frío le volvió melancólico y triste. Recuperó la alegría en Cartagena, al ingresar a la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Bogotá. Tras publicar su primer cuento “La tercera resignación” en el diario El Espectador, “Gabo” optó por el periodismo, llegando a escribir para varios rotativos. En 1955 lanzó su primera novela “La hojarasca”, luego fue a París como corresponsal de aquel periódico.
Vivía en Venezuela cuando en 1958 hizo un viaje relámpago a Colombia para contraer matrimonio con Mercedes Barcha Pardo, joven de quien se había enamorado en Sucre cuando ella tenía 9 años y él 14. Tuvieron dos hijos: Rodrigo, nacido en 1959, y Gonzalo, en 1962.
La pareja regresó a Venezuela y en 1959 fue a vivir en Cuba, Gabo había sido nombrado director de la agencia de noticias Prensa Latina. Un año después fue trasladado a Nueva York, renunció a los seis meses por problemas con los exiliados cubanos que le acusaban de comunista. Estados Unidos le quitó la visa. Le entregó un nuevo visado condicionado en 1971, para que pudiera viajar a recibir el doctorado Honoris Causa que le otorgó la Universidad de Columbia.
Por entonces la familia ya estaba radicada en México, donde entre 1965 y 1966 Gabo se encerró durante 18 meses para escribir “Cien años de soledad”. Mercedes le apoyó trabajando para mantener el hogar y para completar el dinero que requería la publicación de la novela que dos editoriales habían rechazado y que finalmente aceptó la editorial Sudamericana de Buenos Aires. En dicha ciudad se lanzó la primera edición el 30 de mayo de 1967. El éxito fue rotundo, se agotó enseguida. Cuando a los pocos días Gabriel y Mercedes arribaron a la metrópoli les recibieron la fama, la fortuna y un mundo donde la traducción a más de 40 idiomas le permitió conocer la historia del mágico Macondo, pequeño pueblo que va del apogeo a la decadencia en medio de circunstancias prodigiosas. Así nació un nuevo género literario: el “realismo mágico”.
Abrumado por la fama, un año después Gabriel y su familia fueron a Barcelona, donde se radicaron hasta 1974. Luego alternaron entre Europa, México, Cuba, Colombia. En Cartagena creó la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, se dedicó a defender los derechos humanos y procuró mediar entre el gobierno y las guerrillas. En 1981 el gobierno le acusó de financiar al grupo guerrillero M-19, en medio del escándalo buscó asilo político en la embajada mexicana y salió de Colombia. En 1982 recibió el Premio Nobel de Literatura.
En 1995 Gabo protagonizó un hecho tan insólito que vale citar: un hermano del ex presidente César Garviria fue secuestrado, para liberarlo los autores pidieron a García Márquez reemplazar a Ernesto Samper en la Presidencia. Así les respondió: “Nadie puede esperar que asuma la irresponsabilidad de ser el peor presidente de la República… Liberen a Gaviria, quítense las máscaras y salgan a promover sus ideas de renovación al amparo del orden constitucional.”
Gabo siguió publicando hasta 2010, siendo su última obra una recopilación de 22 textos bajo el título “Yo no vengo a decir un discurso”. Luego, consciente de que su memoria estaba fallando, decidió dejar su labor. No obstante, durante los momentos de lucidez corrigió y creó cinco versiones de “En agosto nos vemos”, 107 páginas que prohibió publicar a sus hijos. Sin embargo ellos, aclarando que no lo hacían por codicia sino por compartir con los lectores ese delicado trabajo que alude al amor, decidieron que circulara por el mundo el 12 de marzo de 2024 y confiar que su padre les perdonara. Estoy segura que así es. A las pocas horas de su distribución los ejemplares se agotaron, me sentí afortunada por haber alcanzado uno.
Con ese tesoro entre mis manos valoré aún más a Mercedes, musa y guardiana de la inmensa obra de Gabo: crónicas, reportajes, guiones televisivos y de cine, piezas dramáticas, cuentos, novelas entre las que se destacan: El coronel no tiene quien le escriba, La mala hora, El otoño del patriarca, Crónica de una muerte anunciada; la novela histórica sobre Simón Bolívar, El general y su laberinto; Vivir para contarla, autobiografía publicada en 2002. Ella guardó sus medallas, reconocimientos, condecoraciones, doctorados Honoris Causa, el Premio de la novela Esso 1961, el Premio Rómulo Gallegos 1972, el Premio Nobel de Literatura 1982, que Gabo aceptó en Estocolmo vestido con elegante guayabera y con el discurso titulado “La soledad de América Latina”, el mismo que refleja su izquierdismo, sus conceptos filosóficos, su visión continental.
También comprendí las razones por las cuales los considerados máximos literatos del mundo, el inglés William Shakespeare, el español Miguel de Cervantes Saavedra y el peruano Inca Garcilazo de la Vega, todos fallecidos en abril de 1616, llegaran a Ciudad de México el 17 de abril de 2014 para que Gabriel García Márquez les llevara a conocer ese intrigante, seductor, maravilloso Macondo que es nuestra América Latina, con sus paisajes, tradiciones, música, gastronomía, con sus injusticias, tragedias, apogeos, caídas, con sus sufrimientos, contrastes, espiritualidad, absurdos, con sus riquezas, anhelos, esperanzas, alegrías.
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