CRÓNICAS: ¡A Despavimentar!
CRÓNICAS: ¡A Despavimentar!
Por: Lucía P. de García
Toronto.- ¿Sabía usted, amable lector, que en algunas ciudades del mundo las calles se están despavimentando? No es por falta de calidad del asfalto, algún desquite con el vecino, una protesta política o porque está de moda. Es para ayudar a respirar a nuestra Madre Tierra.
La idea nació un sofocante día de verano en Portland, Estados Unidos. Se le ocurrió a Katherine Rose en julio de 2008, cuando sin soportar más el calor tomó una barra metálica y, en arrebato inexplicable, con todas sus fuerzas la descargó sobre un trozo de cemento de la calle hasta desprenderlo y colocarlo fuera de la vía. Tras sentirse aliviada, al menos anímicamente ya que de seguro el trabajo la hizo sudar más, cayó en cuenta de que bajo la mole gris estaba la Madre Tierra sedienta y mustia.
No se conoce qué explicación dio Katherine al Municipio. Lo cierto es que pronto se empezó a seguir su ejemplo. El momento menos pensado varias personas acudían a determinado lugar y aplicaban el mismo procedimiento. Después se empezó a disimular los espacios con plantas y no faltó alguien que proclamó haber encontrado un nuevo método para recuperar el verdor del planeta, oxigenar los aires, ayudar a la salud mental de las personas.
Noveleros como son los gringuitos, la iniciativa se difundió atrayendo la atención de los ambientalistas y de los científicos. Los primeros se pusieron felices, muchos más se unían a su causa. Los segundos señalaron que la idea era excelente, el agua de lluvia no sólo refrescaría a la Madre Tierra sino que evitaría que las ciudades se inunden debido al incremento de tormentas provocadas por el cambio climático, haciendo necesaria la despavimentación.
Ante la perspectiva de que el calor del planeta se incremente provocando impulsos aún más impredecibles del que tuvo Katherine, acaso desatando una violencia social imparable y de consecuencias trágicas, varias autoridades le pusieron atención al asunto y empezaron a trabajar con los planificadores de las urbes.
Les pidieron encontrar nuevas formas para construir una infraestructura acorde con cada ciudad, dando énfasis a una despavimentación técnica y ordenada en tramos de calles, veredas, zonas poco utilizadas, remodelar el terreno y al mismo tiempo combinar el verdor con el desplazamiento seguro de los habitantes y de los vehículos. También decidieron convocar a los voluntarios deseosos de golpear las placas de asfalto o de concreto hasta destruirlas, y en previsión de algún accidente proporcionarles cursos de seguridad. Acordaron adquirir recolectores para llevar los despojos a centros de tratamiento de tales materiales. Resolvieron llamar a los diseñadores de jardines para que creen modelos coloridos y alegres, dando preferencia a plantas y árboles nativos.
La despavimentación ha sido acogida en varias ciudades de Australia, Bélgica, Francia, Reino Unido. También en Canadá. En un distrito de Hamilton, ciudad situada en la ruta hacia las Cataratas del Niágara, la organización sin fines de lucro Green Venture ha logrado espacios donde se han sembrado primorosos jardines con plantas y árboles que en pocos años darán sombra. La idea es generar más espacios verdes, incluso recuperar más jardines en las casas.
Felizmente los voluntarios sobran. Describen su trabajo como “muy divertido” y están dispuestos a hacerlo en cuanto sean convocados. Afirman que rescatar a la Madre Tierra de esa capa fúnebre y asfixiante les hace volver a la niñez y sentirse muy contentos. Dicen que golpear el asfalto o el cemento les ha ayudado en lo personal: sienten desaparecer sus preocupaciones, mejoran sus relaciones familiares y sociales. Ante tales beneficios es imposible resistirse, ¡vamos todos a despavimentar!
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