Cinisca, la princesa espartana que fue la primera mujer en ganar una competencia olímpica
Cinisca, la princesa espartana que fue la primera mujer en ganar una competencia olímpica
Cinisca gana el premio en la carrera de carros. De Mme. De Renneville, “Biografía de las mujeres ilustres de Roma, Grecia y el Bajo Imperio” (París: Chez Parmantier, Libraire, 1825).
- Lo que Cinisca logró hace alrededor de 2.400 años fue, sin lugar a dudas, toda una hazaña.
Ganar los laureles en dos Juegos Olímpicos consecutivos -en 396 y 392 a.C. – ya de por sí lo es.
Pero hacerlo cuando a una persona como ella ni siquiera podía estar presente en el festival en honor al dios Zeus, aún más.
Cinisca, por más que fuera una princesa, hija y hermana de poderosos reyes, era una mujer de alrededor de 50 años, y a las mujeres, en esa época, no se les permitía competir.
Tenían hasta prohibido asistir al recinto sagrado del Santuario Olímpico, con las casadas amenazadas con pena de muerte de ser sorprendidas en el evento así fuera como meras espectadoras.
Para ellas había cabida en un festival distinto, en honor a Hera, la esposa de Zeus.
Poco se sabe de esos juegos aparte de lo que contó el viajero, geógrafo e historiador griego Pausanias en su extensa obra “Descripción de Grecia” del siglo II d.C.
Dice que eran organizados y supervisados por un comité de 16 mujeres de las ciudades de Elis, que tenía lugar cada cuatro años y que incluían unas carreras de chicas vestidas con una túnica que colgaba del hombro izquierdo y el pelo suelto.
Pero las atletas tenían que ser niñas jóvenes y solteras, así que Cinisca tampoco habría podido participar en esos juegos.
Entonces, ¿cómo logró obtener la victoria si la competencia olímpica estaba tan celosamente reservada para los varones?
La excepcional Esparta
Cinisca aprovechó hábilmente una laguna legal.
Participó en carreras de carros tirados por cuatro caballos en línea, pero no tenía que conducirlos para ganar… ni siquiera era necesario que estuviera en Olimpia.
Ayer como hoy, las victorias en las carreras ecuestres se otorgan a los propietarios de los caballos, no a los jinetes.
¿Por qué tal fisura en las rígidas reglas sobre la presencia de mujeres en los Juegos?
Quizás porque la mayoría de las mujeres en la Antigua Grecia en todo caso no habrían podido concursar.
En Atenas, como relata Sarah Pomeroy en su libro “Mujeres espartanas”, las leyes suntuarias y las medidas destinadas a reducir la visibilidad de las mujeres en público proscribieron las oportunidades de las mujeres para montar en carruajes, y no hay pruebas de que alguna vez montaran a caballo.
Incluso más tarde, en Roma, donde hubo mucha más riqueza disponible, la Lex Oppia, promulgada como una medida suntuaria en el año 216 a.C., también prohibió a las mujeres montar en carros excepto con fines religiosos.
Pero Cinisca era espartana, y como tal, gozaba de libertades inconcebibles para las demás.
“Jóvenes espartanos haciendo ejercicio”, imaginados por Edgar Degas c. 1860.
La cultura espartana creía que los hijos más fuertes provenían de padres fuertes, así que, a diferencia del resto de la sociedad griega antigua, las autoridades alentaban a las mujeres a entrenar tanto la mente como el cuerpo.
Como también podían heredar, poseer y administrar propiedades, al igual que los terratenientes masculinos, las espartanas podían conducir carros o montar a caballo para inspeccionarlas.
Poder ir a caballo las dotó a las espartanas de una autonomía única para las mujeres en el mundo griego.
Cinisca, además, amaba los caballos.
Su padre fue el rey Arquidamo II y era hermana del rey Agesilao II, uno de los guerreros más famosos de Grecia, así que gozaba de una vida privilegiada.
Según varias fuentes, tenía una gran finca dedicada enteramente a criar y entrenar caballos.
Ella misma preparó a su equipo y esperó al fin de la Guerra del Peloponeso, cuando se levantó el veto a la participación de Esparta en el festival en Olimpia.
Sin poner un pie en los terrenos sagrados prohibidos, la princesa inscribió a sus caballos en la carrera de carros olímpicos.
Y su motivación para hacerlo sigue siendo tema de debate.
¿Ambición o manipulación?
Puede parecer normal que alguien que ame tanto los caballos y dedique todo su tiempo a entrenarlos quiera participar en la competencia más prestigiosa de la época.
No obstante, hubo diversas opiniones sobre lo que motivó a un miembro de la realeza espartana a burlar las reglas de los Juegos.
Los que corren no son necesariamente los que reciben las coronas o medallas.
El filósofo e historiador Jenofonte era amigo del rey Agesilao y lo acreditó con despertar las ambiciones olímpicas de la princesa.
“…convenció a su hermana Cinísca para que criara caballos para carros, y demostró con su victoria que un semental de ese tipo marca al propietario como una persona de riqueza, pero no necesariamente de mérito [varonil]”, escribió.
Agregó que Agesilao sentía que la victoria en Olimpia significaba poco; era mejor ser un buen rey, algo que incluía ser virtuoso, modesto y económicamente conservador.
Cinco siglos después, el filósofo Plutarco, al elogiar la modestia del estilo de vida de Agesilao, señaló:
“Sin embargo, al ver que algunos de los ciudadanos se estimaban mucho y se enorgullecían mucho porque criaban caballos de carreras, persuadió a su hermana Cinisca para que participara en las competencias de carros en Olimpia, deseando mostrarle a los griegos que la victoria allí no era una marca de gran excelencia sino simplemente de riqueza y derroche“.
Según Pausanias, no obstante, lo que impulsó a la princesa espartana fue la ambición personal.
“Cinisca deseaba vivamente la gloria en los Juegos Olímpicos y fue la primera mujer que crió caballos y la primera que consiguió una victoria olímpica“, escribió.
¿Fue una victoria engendrada por la princesa o ideada por el rey? ¿Fue Cinisca una pionera o un peón político?
El debate de larga data ha continuado y se ha ampliado.
Pero, como dice el dicho, nadie nos quita lo bailado, y el triunfo tornó rápidamente a Cinisca en una heroína.
“Después de Cinisca, también otras mujeres, y principalmente de Lacedemonia obtuvieron victorias olímpicas, ninguna de las cuales fue más famosa que ella por las victorias“, relató Pausanias.
Y contó que en “un lugar llamado Platanistas por el anillo ininterrumpido de altos plátanos que crecen a su alrededor” había un “santuario de héroes” dedicado a Cinisca.
Ese era un honor importante; el lugar estaba reservado para ceremonias religiosas y solo los reyes espartanos eran recordados de esa manera, y nunca una mujer.
Pero quizás aún más emocionante fue que una estatua de bronce de Cinisca fue erigida en Olimpia, ese lugar en el que triunfó a pesar de su obligada ausencia.
Junto con esculturas de su carro y caballos de bronce, fueron los primeros monumentos dedicados por una mujer para conmemorar las victorias en las competiciones panhelénicas.
Así, aunque poco se sabe de su vida, su nombre pasó a la historia y quedó grabado en la base de su estatua:
“Yo, Cinisca, vencedora con un carro de veloces corceles, (…) me declaro como la única mujer de toda Grecia que ha ganado esta corona“.
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