CRÓNICAS: El Pato Canadiense
CRÓNICAS: El Pato Canadiense
Por: Lucía P. de García
Toronto.- Hace un año, durante esa transición de otoño a invierno, en un estanque de la ciudad de Oakville tuve el privilegio de observar la migración de bandadas de patos canadienses hacia el sur, dirección que toman cada año en búsqueda de clima cálido en Estados Unidos, Centroamérica o Suramérica.
Estas bellas aves que inspiran la creación de pinturas, esculturas, múltiples objetos de arte, son migrantes boreales; provienen de Alaska o de zonas árticas. Vuelan a una velocidad de hasta 100 kilómetros por hora. Si durante el trayecto deben nadar, desafían las aguas a 80 kilómetros por hora.
No faltan aquellos que con el transcurrir del tiempo se han quedado en algún lugar confortable de Canadá, alrededor de los grandes lagos, ríos, lagunas, estanques, humedales, donde se alimentan de pequeños peces, lombrices, insectos, semillas, o de lo que más les gusta, pequeñas plantas acuáticas, camarones, caracoles, que los obtienen con gran habilidad al sumergirse bajo el agua durante varios minutos.
Aparte de estos detalles, los patos se saben seguros, mimados. Nadie les molesta, por lo que es usual verlos dueños de parques, campos de golf o cruzando calles de las ciudades, muchas veces acompañados de sus pequeñas crías, las mismas que son cuidadas por toda la bandada que atentamente los mira y los defiende si alguien se les acerca demasiado.
El pato canadiense tiene entre 50 y 70 centímetros de longitud, su peso oscila entre 1.5 y 2.5 kilos. Como bandada tienen una relación estrecha y solidaria. Se agrupan para ir a dormir y forman parejas de por vida, más de 20 años. Cabe destacar la hermosura de su plumaje, reflejado en mudadas que destacan caprichosas combinaciones de colores o el sencillo combinado de blanco, negro, gris.
Todos los patos favorecen la dispersión de semillas al moverse de un sitio a otro, y equilibran la cadena alimentaria al ser presas de zorros y coyotes, por lo que se dice que su presencia refleja la salud de los ecosistemas.
Entre la gran variedad de estas aves hay una que en Canadá se cría en granjas desde inicios del siglo pasado, para proveer de su carne abundante y jugosa al mercado local. Se trata de los llamados patos de Pekín.
Otra variedad es el Loon, Somormujo en español, cuyo cuerpo alargado llega a medir un metro, engalanado con un plumaje blanco y negro y un pico en forma de daga. Su elegante figura consta en la dorada moneda del dólar canadiense, estrenado en 1987 con el cariñoso nombre “Loonie”. En el diseño se lo ve nadando tranquilamente en aguas que al fondo destacan un islote coronado con varios pinos. Ese todo armonioso refleja la forma de ser de los canadienses: pacíficos, serenos, respetuosos, amantes de la libertad, la tranquilidad y muy cuidadosos con la Madre Naturaleza. Aunque por irónico que parezca y conforme el sentido de humor local, Loonie signifique “alocadito”.
Volviendo a mi privilegio, ocurrió muy temprano en la mañana. Los patos, en este caso Somormujos por su apariencia, salían de la maleza con gran bullicio y se agrupaban en un extremo del depósito de agua, para luego de ingresar a ella desplazarse hacia el centro del estanque donde formaban escuadras perfectas que se colocaban detrás de la escuadra predecesora, y cual militares en formación esperaban su turno de iniciar el vuelo. A la orden de algún jefe, en un mismo instante la primera fila partía formando en el aire una “V” igual a la que había realizado la fila predecesora y las que lo hicieron aún antes, para enseguida surcar los cielos por la misma ruta, hasta desaparecer en el horizonte.
Fue un espectáculo magistral, emocionante, que obligaba a reflexionar sobre cuánto desconocemos los seres humanos sobre el lenguaje de las aves, de los animales en general, que no es sólo instintivo o el reflejo del grado de inteligencia de determinada especie, sino de sentimientos vívidos por los cuales se enamoran, cortejan, engendran sus crías, las cuidan con amor, conviven en sociedad pacífica, productiva, ejemplar…
Comments (0)