CRÓNICAS: El Último Hielero del Chimborazo
CRÓNICAS: El Último Hielero del Chimborazo
Por: Lucía P. de García
Toronto.- Pregonaba que su abuelo era hijo del Taita Chimborazo porque tenía su cabeza y su barba muy blancas, era albino. Decía que la joven que engendró a su abuelo solía pasear sola por las faldas del gran volcán, quien se había enamorado de ella. Contaba que sus antepasados indígenas cortaban bloques de hielo desde la época de la Colonia, para abastecer los antojos de los habitantes de Riobamba, bella e histórica ciudad ecuatoriana donde se mezclaban trocitos de aquel hielo con pulpa de frutas, para obtener un refrescante jugo o un delicioso helado. Afirmaba que todo esto le había referido el propio coloso andino, diciéndole: “nunca olvides tu historia, Baltazar Ushca Tenesaca”.
No la olvidó: nació hace 80 años en Pulinguí, cantón Guano, provincia de Chimborazo, al pie del volcán más alto del Ecuador, 6.263,47 metros sobre el nivel del mar. Pese a que el Everest mide 8.848 metros, este gigante de los Andes también es considerado el volcán más alto del mundo debido a que su cima se encuentra a 6.384.4 kilómetros del centro de la Tierra, según mediciones efectuadas en 2016 con GPS por el Instituto Geográfico de Ecuador y el Instituto Francés de Investigación para el Desarrollo.
Junto a sus cinco hermanos, Baltazar aprendió de sus padres a cortar bloques de hielo y bajarlos a Riobamba. Él se convirtió en hielero a los 15 años de edad. Luego de orar a Dios, pedir permiso para ascender al Taita Chimborazo (taita significa padre, en lengua indígena Kichwa) y abrigar sus pies al rellenar las botas con paja del páramo, con pico, barra y hacha daba forma a los bloques que pesaban unas 60 libras. Tras envolverlos en paja y atarlos con fuertes cuerdas elaboradas ese instante en habilidad única con manojos de paja retorcida, colocaba dos bloques sobre cada uno de sus tres burros, y después de siete horas de haber salido de su casa en la pequeña y graciosa ciudad de Guano los entregaba en el mercado La Merced de Riobamba, donde por generaciones se vendía aquel hielo milenario.
Cuando Baltazar era joven, a diario efectuaba esa tarea con su esposa. Con pobreza y dignidad criaron a sus 4 hijos, quienes luego les harían abuelos de 12 nietos y 3 bisnietos. El tiempo y las neveras mermaron el ingreso, sólo subían al Chimborazo dos veces a la semana, recibiendo apenas USD 5 por bloque.
El destino llegó en su ayuda. Un programa nacional de televisión invitó a Baltazar a contar su historia. Se convirtió en toda una celebridad. Medios internacionales como Deutsche Welle (DW), New York Times, Washington Post, Univisión, BBC News Mundo, cineastas, periodistas, ambientalistas, personajes internacionales y más le hicieron protagonista de documentales, reportajes, entrevistas. Alcanzó fama mundial.
La película “El Último Hielero” dirigida por Sandy Patch en 2012, participó en el Festival Tribeca, y le permitió a Baltazar viajar a Miami y Nueva York con su hija Carmita. Su presencia confirmaba al público que ese personaje de leyenda existía. Él se sentía muy orgulloso de lucir su tradicional poncho rojo y contar que era nieto del magnífico volcán. La belleza y exotismo de Carmita hizo que el encargado de la famosa joyería Bulgary le pidiera posar con un collar y aretes de diamantes y zafiros valorados en USD 1´200.000.
También en Pulinguí se estrenó la película ante la población, que emocionada veía a este hombre de estatura pequeña convertido en un personaje de talla grande. Días después Baltazar regresó a ser el de siempre, digno, humilde, trabajador. Con su habitual buen humor contaba su experiencia con los característico diminutivos de su hablar indígena: “bonito volar en avión, va rectito sin semáforos, rapidito sin baches… sabrosa comidita me dieron, hasta un traguito… Nueva York todito grande, hasta las gringuitas grandes… no pude traerme unita porque no alcanzaba en la maletita que llevé”. Su esposa reía.
El Alcalde de Guano le dio un trabajo como guía turístico y le alentó recordar cómo leer y escribir, pues no había terminado la escuela. También le construyó un camino de piedra que redujo su labor a cuatro horas. A los 70 años de edad Baltazar empezó a firmar autógrafos, a mostrar a los turistas su estatua de bronce de dos metros ubicada en el museo de Guano, a brindarles el helado que él mismo preparaba batiéndolo en paila en tanto les narraba que con sus manos tocaba las estrellas en cada madrugada que ascendía al Chimborazo, y que la luna le besaba al despedirse pues llegaba el sol.
En 2017, en Riobamba recibió el título de Doctor Honoris Causa del Instituto Mexicano de Líderes de Excelencia, agradeció el gesto con un discurso en Kichwa. Pedía conservar sus tradiciones, su cultura, su lengua nativa, que la utilizaba para conversar con el ex presidente Rafael Correa cada vez que lo visitaba, “el Mashi (amigo) es mi pana” decía.
Tenía muchos amigos, políticos y personajes ecuatorianos e internacionales que siempre le enviaban mensajes de afecto. Uno de ellos, el periodista ucraniano Dmytro Komarov, acompañó a Baltazar en su jornada que ya sólo era sabatina, pero más peligrosa ya que las rocas reemplazaban a los glaciares que se habían retirado un kilómetro debido al calentamiento global. Al regreso Dmytro hizo analizar ese hielo que parecía una gema gigantesca que encerraba en su interior miles de diminutas burbujas que se destacaban con la luz solar. El laboratorio indicó que eran burbujas de oxígeno atrapadas por miles de años en esa cápsula de agua pura y sabor único. Entonces ayudó a Baltazar y su familia a envasar el agua del hielo traído del Chimborazo, etiquetada sobre una fotografía del famoso hielero como “Agua Baltazar”. El precioso líquido se vende en el museo de Guano, que además de exhibir fotografías sobre la vida de Baltazar, luce las famosas alfombras que tejen artesanos locales. El viaje en pos del hielo permitió a Baltazar y su familia conocer el termo, Dmytro lo había llevado para contrarrestar el frío con té caliente.
Baltazar quedó viudo hace cinco años. No obstante, cada sábado subía con su esposa al Chimborazo para cortar bloques de hielo, con ella a su lado cultivaba verduras, cuidaba sus vacas y su toro. Éste lo embistió, causándole la muerte el 12 de octubre. Se dice que el toro estaba enamorado de la luna que besaba a Baltazar. Guano declaró tres días de duelo, abrigó su férretro en el museo y le despidió con gran cariño. Ecuador le dijo adiós con orgullo. El mundo le homenajeó repitiendo sus documentales, reportajes, entrevistas.
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