De la “primera pecadora” que comió del llamado “fruto prohibido” a redentora: cómo las teólogas están reinterpretando a Eva
De la “primera pecadora” que comió del llamado “fruto prohibido” a redentora: cómo las teólogas están reinterpretando a Eva
- En la lectura clásica, ella era la primera pecadora, la gran desobediente. Tentada por la serpiente en el Jardín del Edén, se atrevió a comer del fruto prohibido. No sólo eso: también le ofreció lo mismo a Adán
Fue el fin de la inocencia y ambos fueron expulsados del Jardín de Edén, se lee en las interpretaciones de antiguas escrituras
Este es más o menos el punto central de la trama relatada en el libro del Génesis, el primero de la Biblia cristiana, Bereshit, en la Torá judía.
Si a esta narrativa fundamental para las culturas judeocristianas se añaden los milenios de patriarcalismo, tenemos en Eva la personificación del pecado: la mujer se convirtió en la causa de la caída del hombre, la razón del fin de la pureza y la inocencia, y la materialización de la desobediencia a Dios.
Pero varios estudios contemporáneos buscan reinterpretar ese relato de la creación del mundo para aclarar y cambiar la visión de Eva.
Ya en el siglo XVIII, la monja británica Joanna Southcott (1750-1814), sin más pruebas que las lecturas de la biblia, le había atribuido a Eva un papel redentor.
Para ella, así como la primera mujer le había dado el conocimiento al hombre, provocando la caída del paraíso, ahora tenía la responsabilidad de derrotar a Satanás, convertido en serpiente y liberar a la humanidad.
En su interpretación, no era Eva sino la serpiente –la prosopopeya del diablo– el origen de todos los males.
Y en 1869, la activista y pensadora británica Harriet Law (1831-1897) jugó un papel importante en esta controversia.
Clasificó a Eva como un símbolo del activismo femenino contra los sistemas patriarcales opresivos.
Para ella, en lugar de “maldecir” al personaje bíblico por la caída del paraíso, había que rendirle “reverencia” porque trajo “el conocimiento al mundo, contra la voluntad de un Dios autoritario”.
Esa postura irreverente para la época situaba a Eva, en cierto modo, como la primera feminista de la historia.
Y llevó a que el personaje bíblico fuera valorado por muchas mujeres en todo el mundo.
Eva redefinida
Esta resignificación del papel de quien simboliza a la primera mujer de la historia es parte del argumento de muchas teólogas feministas, así como de traductoras de textos sagrados y académicas contemporáneas.
“Hoy, en teología, Eva es redefinida. No tanto en el sentido de alguien que desafió al Dios patriarcal, sino como madre de la vida”, explica la teóloga María Clara Bingemer, profesora de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro (PUC-Rio), en Brasil.
“Es análoga a la tierra, de donde brotan todas las formas de vida“.
La monja agustina Ivone Gebara, filósofa y teóloga feminista, destaca que “todos los informes que surgieron” en la Antigüedad para explicar “de dónde venimos” y “quién nos hizo” según la fe, pueden “considerarse míticos, incluida la narrativa del Génesis” .
“En esta narrativa de la creación del ser humano, las interpretaciones fueron muy variadas: de la consideración de Eva como débil y susceptible de ser tentada a Eva como fuerza de transgresión contra los órdenes divinos, al tomar el fruto prohibido”, señala.
“Sacar a la luz el verdadero rostro de Eva y de tantos otros personajes femeninos es un gran aporte a la literatura en general y a la teología bíblica en particular”, opina la monja scalabriniana Elizangela Chaves Dias, teóloga, filósofa y profesora de la Universidad Pontificia Urbaniana de Roma, en Italia.
La socióloga y antropóloga Fabiola Rohden, por su parte, situó a Eva al mismo nivel que María, la madre de Jesús, como un tema “de importancia fundamental para teología feminista” en su tesis de maestría “Feminismo de lo sagrado”, presentada en 1995 en la Universidad Federal de Río de Janeiro.
Rohden subraya que esta importancia se debe a que Eva “es considerada responsable del ‘pecado original’, una carga que llega a pesar sobre todas las mujeres”.
Para ella, sin embargo, la interpretación del “mito adámico” parece “un tema difícil de revisar”.
La investigadora cita la necesidad de una teología, como la defendida por Gebara, que pretenda profundizar “en las raíces del cristianismo para identificar la ‘inferioridad sociológica’ que experimentan las mujeres hasta hoy”.
Eva y la fragilidad humana
En su máster, Rohden leyó textos de Gebara en los que la monja valora que, con el tiempo, se acabó construyendo una conexión, en oposición, entre Eva y María como “dos símbolos de la feminidad”.
“Mientras que en general se sitúa a Eva como símbolo de la mujer pecadora y a María como símbolo de la mujer santa, Gebara propone una nueva lectura que desplaza estas dos valoraciones”, afirma Rohden.
“Vemos en Eva un rescate del poder femenino”, añade.
Destaca que la interpretación cristalizada, sin embargo, fue la de Eva como “la parte que representa la fragilidad humana, la falta de resistencia al mal, la expresión del poder incontrolable, misterioso, desconocido que posee el ser humano, pero eso lo atormenta”.
“La fragilidad y el misterio asociados al mito de Eva se trasladan a todas las mujeres de la historia”, analiza la académica.
“Cada mujer se convierte en Eva, responsable de la corrupción de la humanidad, de la debilidad de la carne, de la voluptuosidad, de la sensualidad, de la tentación, del pecado”.
Bingemer subraya que aquello de que sea una “seductora que induce al hombre, a su compañero, y con él a toda la humanidad al pecado” no se queda ahí.
“Como el pecado es camino a la muerte, entonces la mujer estaría aliada de la muerte”.
No obstante, advierte, esa narrativa no proviene de la Biblia, sino de una lectura posterior.
“La Biblia dice exactamente lo contrario”, enfatiza.
“El hombre llamó a su mujer Eva, porque ella era la madre de todos los vivientes“. (Génesis 3:20).
“El nombre mismo ‘Eva’ (en hebreo, Javá) significa ‘la que vive’ o ‘fuente de vida'”.
El arte de las interpretaciones
“A partir del siglo XX empezamos a estudiar más seriamente los mitos como expresiones que intentan explicar los numerosos enigmas humanos”, cuenta Gebara.
“Es decir: ni Adán ni Eva eran personajes históricos, sino construcciones simbólicas para expresar nuestras dudas sobre nosotros mismos”.
Fue entonces que surgió, dice, la hermenéutica bíblica, que define como “el arte de las interpretaciones de una manera más científica”.
“De ahí se puede decir que cada ser es Adán y Eva y cada ser es también la serpiente tentadora, la invitación a la libertad y a la transgresión”, explica la monja.
“Eso significa que somos una mezcla de fuerza y fragilidad, de miedo, de astucia, de condena, de búsqueda continua de entendernos a nosotros mismos.
“El mito que habla de los demás en realidad habla de nosotros, nos describe, nos expresa”.
Es muy diferente de lo que sucedió históricamente.
“Lamentablemente” lo que se instaló fue “una estructura dualista” que nos hace separar “al hombre de la mujer, el bien del mal, la justicia de la injusticia, en un modelo de oposición, como si un bando no coexistiera con el otro”.
“Hoy hay una resignificación de Adán y Eva a partir de esta idea de mezcla que nos constituye”, reflexiona.
“Los seres humanos son plurales en sus formas de actuar, de expresarse y de entenderse. También son interdependientes en todos los aspectos de su vida”, argumenta Gebara.
Aboga por que la humanidad supere los dualismos en busca de “una comprensión más unitaria de nosotros mismos más allá de la rebeldía y el heroísmo”.
Advierte, sin embargo, que “es muy superficial insistir en el tipo de reflexión en la que Eva es distinguida como heroína y Adán como débil y viceversa”.
“Tenemos que ir más allá”, sostiene.
No obstante, para poder ir más allá, señala la teóloga Holly Morse en un artículo publicado en el libro “The Bible and Feminism“, hay que enfrentar un gran desafío: “Retirar los escombros de las interpretaciones del patriarcalismo tradicional para llegar a el verdadero significado”.
Los escombros
“Durante siglos el estudio académico fue una prerrogativa masculina, y el estudio teológico y bíblico aún más”, indica Chaves Días.
Con las traducciones pasa igual.
Hoy, mujeres como la misma Chaves Días contribuyen a traducir textos sagrados, algo que nunca hubiera sucedido en siglos anteriores.
“La traducción e interpretación del texto bíblico llegó a oídos y ojos de oyentes y lectores a través de sermones, traducciones, catequesis y publicaciones con enfoque masculino, personas con autoridad, grandes oradores, maestros espirituales, predicadores, artistas y otros”, contextualiza.
Observa que el propio Génesis contiene dos relatos de la creación del mundo, uno en el primer capítulo y el otro en el segundo.
En Génesis 1, “el ser humano es la última obra creada por Dios” y “en ningún momento el texto hace referencia a la primacía o superioridad del hombre ni a la fragilidad de la mujer”, afirma.
“Todo lo contrario”.
El extracto dice que “Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza, varón y hembra los creó”.
“Adán no es ni hombre ni mujer, sino el ser humano en su totalidad”, argumenta la teóloga y traductora.
“El hombre y la mujer son imagen y semejanza de Dios, y el escritor bíblico repite esta declaración dos veces para enfatizar el concepto”.
Según ella, esto pone de relieve la llamada “teología de la paridad”, que equipara a hombres y mujeres como quienes reciben la misma misión de Dios.
No es necesariamente una nueva visión.
A fines de la Edad Media, la filósofa y poeta italiana Cristina de Pisano (1363-1430) reflexionó que la bondad de la creación de Dios no podía excluir a las mujeres.
Utilizó el mito de Eva para defender la idea de que la “perfección” femenina no podía ser menos perfecta que la perfección masculina.
Argumentó, teológicamente, que difamar a las mujeres equivalía a blasfemar.
Chaves Dias, además, sitúa la narrativa de esa creación del mundo en el contexto del antiguo Medio Oriente, en el que sólo los reyes eran vistos como “imagen de Dios”, mientras que los demás humanos estaban a su servicio.
Desde ese punto de vista, la narrativa aporta una visión revolucionaria, al describir a todos los seres humanos como “imagen de Dios”.
“Podemos imaginar la fuerza de esta afirmación en el contexto del exilio, cuando Israel estaba bajo dominación babilónica”, dice la teóloga.
El otro relato
En el segundo relato de la creación de la humanidad, que aparece en el segundo capítulo de Génesis, Adán es el primer humano creado.
Etimológicamente, su nombre significa “el que es tomado de la tierra” y, según explica la traductora,“corresponde al ser humano en su totalidad”.
“Habiendo constatado la soledad del ser humano, Dios decide hacer un ser que le corresponda. Tras hacer dormir al ser humano, Dios toma un lado, del hebreo ‘tsela‘, y crea a la mujer”, afirma.
Aquí hay una curiosidad, señala la especialista: en la mayoría de las traducciones existentes de la Biblia, la palabra hebrea “tsela” se traduce como “costilla”. En hebreo muchas palabras escritas de la misma forma tienen significados diferentes.
“Esta traducción, a lo largo de los siglos, se convirtió en la base para la interpretación de la inferioridad de las mujeres respecto de los hombres”, explica.
Propone una traducción literaria del extracto: “Tomó entonces uno de sus lados y, en su lugar, lo cerró con carne. Entonces el Señor edificó, con la parte que había tomado del ser humano, una mujer”.
“Según el texto hebreo, la mujer es una ayuda para el hombre, no una asistente”, aclara Chaves Dias.
“Es muy interesante el significado de la palabra ayuda, en hebreo ‘ezer‘.
“Es comúnmente un atributo divino, Dios es la ayuda del ser humano, sin la cual sería imposible existir y vivir: esta es la función de la mujer”.
La traductora también presta atención a otro pasaje, que dice que la mujer fue creada para, en hebreo, “kenegdo“.
El término significa “opuesto, la contraparte, frente o contra, al lado”.
“Es decir, para ser alguien que está delante de ti, a tu altura”, subraya.
“En ningún momento el texto hebreo nos permite afirmar la superioridad del hombre frente a la mujer, ni la inferioridad y sumisión de la mujer frente al hombre”.
Para la filósofa medieval Cristina de Pisano, la idea de el hombre tiene prioridad porque Dios hizo primero a Adán y luego a Eva no era justificada.
Su noción era que la fuerza creativa de Dios fue mejorada, pues hizo a la mujer después de tener la experiencia de haber hecho al hombre.
“La Biblia es un libro abierto”, subraya Chaves Dias.
“Es legítimo que éste y otros textos sigan interrogando a sus lectores y lecturas sobre el sentido de la vida y de la existencia, sobre el papel del hombre y de la mujer en relación consigo mismos, con Dios, con los demás y con el universo”, afirma.
“Eva es un personaje arquetípico con muchas facetas y diversos significados por explorar.
“Es pertinente que siga provocando e inspirando a hombres y mujeres a abordar cuestiones fundamentales y existenciales”.
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