CRÓNICAS: Nueva Ética para el Mundo
CRÓNICAS: Nueva Ética para el Mundo
Por: Lucía P. de García
Toronto.- Se dice que con el Big Bang nació el tiempo, los elementos se juntaron y crearon el universo; de la explosión de una estrella se formaron los planetas. A cada partícula de polvo cósmico que rodeaba al sol se le pegaron vapor de agua y gases, hasta alcanzar inmensas proporciones que al aglutinarse y solidificarse engendraron la Tierra hace casi 5.000 millones de años.
Nuestro globo terráqueo adquirió fuerza de gravedad propia, empezó a girar alrededor del sol en órbitas definidas y sus elevadísimas temperaturas bajaron, modelando su corteza de acuerdo a la fuerza de atracción interior y a la fuerza centrífuga externa que se produce por efecto de la rotación.
Sobre esa corteza se ubicaron mares, lagos, ríos, continentes y aparecieron formas de vida que hoy se conocen por medio de sedimentos y fósiles cuya antigüedad data de 3.350 millones de años. A partir de entonces se dio un proceso evolutivo portentoso, árboles, dinosaurios, ballenas gigantescas. Hace 14 millones de años aparecieron los primeros seres humanoides. Hace 3 millones de años nació la especie humana como tal, y empezó a poblar esa Madre Tierra acogedora, maravillosa, desbordante de una fertilidad amparada por un enigmático cielo azul donde brillaban los astros.
A merced de la Naturaleza, el hombre luchó para sobrevivir. Conforme evolucionaba aprendió a sembrar, creó el trueque, la escritura, el arte, las ciencias, las guerras, las grandes culturas. La revolución industrial del siglo XVIII impulsó el desarrollo de inventos extraordinarios. Con otro gran paso se llegó a las nuevas energías, a la tecnología que ha permitido conocer mejor el átomo, el mundo, el universo.
El acelerado crecimiento demográfico se concentró en las urbes, provocando necesidades de espacio y abastecimiento. Las fuentes de alimentos comenzaron a agotarse por sobrepastoreo, cultivo inadecuado, destrucción de bosques y selvas. Se contaminaron aguas, suelos y aire debido al uso de productos químicos inadecuados y elementos mortíferos que contienen las armas con las cuales se resuelven los problemas que el mismo ser humano crea.
De nada han valido las voces de científicos y conservacionistas que piden frenar la superpoblación, la depredación de la Naturaleza. Que solicitan cambiar la energía del petróleo por las fuentes naturales que brinda el planeta en abundancia. Que ruegan eliminar el plástico, los pesticidas, los elementos que incrementan la acidez de las lluvias e inciden en el clima. Que claman crear una nueva ética que salve a la humanidad de este proceso de autoextinción.
En verdad, sobran las Cumbres, los planteamientos, los ofrecimientos y las palabras bonitas cuando muchos de los ciudadanos del mundo han elegido como sus líderes a quienes les importa poco las afecciones de la Madre Tierra y más priman sus intereses personales, políticos, económicos.
Ante esa realidad, lo adecuado sería empezar el cambio a favor de la conservación del planeta identificando con acierto a quienes vayan a asumir como gobernantes, pues son ellos quienes deben liderar las acciones salvadoras con inteligencia, solidaridad, eficiencia, inmediatez, motivando a la población para actuar juntos. Habrá que superar inconvenientes, más, si el objetivo se maneja bajo parámetros marcados con esa nueva ética ambientalista, seguro que la humanidad tendrá la satisfacción de alcanzar una victoria que le permita continuar con su existencia.
Se nos ha prestado para vivir un lugar que a través de millones de años se convirtió en un hogar bello, cómodo, perfecto, el cual, según los primeros astronautas, se distinguía en el espacio como un hermoso mundo azul. Los viajeros espaciales de estos últimos tiempos cuentan que nuestro planeta ha adquirido una tonalidad cercana al gris, por lo que con mayor razón las acciones urgen. Ojalá este 2025 sea el año de la sanación efectiva, sólo así podremos garantizar la supervivencia de nuestros hijos, nietos y las futuras generaciones. Ellos merecen heredar la misma acogedora, maravillosa, fértil Madre Tierra que nosotros recibimos.
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