Un proyecto de siembra de algas para proteger el mar prístino de la Patagonia argentina
Un proyecto de siembra de algas para proteger el mar prístino de la Patagonia argentina
– La iniciativa de la fundación Por el Mar busca conservar los bosques marinos de Santa Cruz y revitalizar la vida de las comunidades costeras
La revista Science, una de las más prestigiosas en el mundo de la ciencia, publicó recientemente una carta firmada por una veintena de investigadores bajo el título Proteger los bosques de algas. Allí indican que “sustentan una elevada biodiversidad y servicios ecosistémicos esenciales a lo largo del 30% de las costas del mundo. Sin embargo, están sometidos a graves amenazas a raíz de las olas de calor marinas, la deforestación submarina, la contaminación y la sobrepesca”.
El mismo texto señala que menos del 1% de los bosques de algas de América Latina, que abarcan México, Perú, Chile y Argentina y que comprenden aproximadamente el 40% de su distribución global, están en Áreas Marinas Protegidas. Finalmente, señala a modo de advertencia: “Es imperativo tomar acciones urgentes para asegurar la persistencia de este ecosistema marino de importancia mundial”.
Las costas de la Patagonia de la Argentina aún alberga bosques de algas prístinos, que son refugio para delfines, pingüinos y tiburones, entre otras especies. Con el objetivo de proteger los bosques de macroalgas y crear una matriz productiva viable para las economías regionales, la fundación Por el Mar está realizando un proyecto de siembra regenerativa de macrocystis pyrifera -el nombre vulgar en Argentina es cachiyuyo- en la bahía de Puerto San Julián, un pueblo costero de la provincia de Santa Cruz.
“Estos bosques sumergidos son ecosistemas muy productivos y biodiversos, con una gran cantidad de especies asociadas que directa o indirectamente dependen de ellos”, dice Cristian Lagger, director científico de Por el Mar, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y explorador de National Geographic. “Sucede lo mismo que con los bosques terrestres y la vida de insectos, aves y mamíferos, entre otros. Los bosques de algas también generan oxígeno y secuestran dióxido de carbono”. El científico es uno de los firmantes de la carta de la revista estadounidense.
El trabajo de la granja comienza con la recolección de material reproductivo de un individuo adulto de una población natural de la especie. Luego, en un criadero, a partir de las esporas obtenidas, se desarrollan nuevos individuos en piletones de agua de mar con variables físico-químicas controladas. Cuando llegan a los cinco milímetros de tamaño son llevadas al mar a una estructura denominada “granja” donde crecerán hasta el tamaño deseado. Luego de cosechadas, las algas se procesan según el futuro que se les asigne.
“Estamos en un estado incipiente de un proyecto piloto científico. Todos los pasos están protocolizados y firmamos convenios con ONGs internacionales que lo hacen. Nos asesoramos con la organización GreenWave, que promueve la acuicultura regenerativa. Estamos haciendo escuela para quienes vengan después y asumimos la responsabilidad de los errores para mostrar el camino de cómo se hace”, agregó Lagger.
Para evaluar la factibilidad del cultivo, también se monitorean los impactos de su presencia en la bahía y los del crecimiento del alga en la granja con respecto a las poblaciones naturales. La idea es tener una noción clara de los impactos positivos, negativos o ausentes de la actividad sobre el sustrato, el agua y las comunidades biológicas.
Martina Sasso, directora y fundadora de Por el Mar, cree que la conservación marina funciona cuando se cruza con los modelos de desarrollo de las comunidades. “Las algas se usan para muchas cadenas productivas. Por ejemplo, el mundo agropecuario la utiliza como fertilizante o como alimento para el ganado. También sucede lo mismo con la farmacéutica y la medicina, además de su carácter de superalimento. Creemos que es el ecosistema de este siglo, quizá más relevante que los bosques de tierra. Pero también se viene un modelo productivo muy agresivo que, así como deforesta la tierra, hace lo mismo con el mar”, analiza Sasso.
Desde su creación en 2022, la fundación viene realizando estudios sobre los bosques marinos y realizó mapas satelitales de las macroalgas en la zona. La amenaza de deforestación, sostiene Sasso, está más latente a partir de la llegada del presidente Javier Milei al poder. “Tenemos un presidente como Milei, con una filosofía de desregulación de todas las matrices productivas. En esa línea, aparece la posibilidad de empresas que llegan con planes de extracción directa. Pensamos que es más fácil prevenir que curar”, agrega.
La granja de Puerto San Julián apunta a ser una matriz productiva viable para las economías regionales; algo de gran valor en una región que abandonó la pesca para dedicarse a otras actividades. “Tenemos una generación de pescadores artesanales dedicados a la minería y los hidrocarburos. Con este y otros proyectos, buscamos reconectar a las nuevas generaciones con el mar y retomar las raíces de sus padres y abuelos, que se dedicaban a la marisquería artesanal. La primera cosecha de la granja será en abril. Con el resultado se harán pruebas con bioestimulantes para el agro. Son una buena competencia para los fertilizantes en un país que necesita la recuperación del suelo”, apunta Sasso, cuya fundación trabaja con otros proyectos ligados a la conservación de áreas marinas de la Patagonia y otra granja de algas en Tierra del Fuego en 2025, a raíz de acuerdos con los Gobiernos de esa provincia y de Santa Cruz.
Jonathan Behm es cuarta generación de pescadores de la zona. Su bisabuelo comenzó la actividad de forma artesanal en la bahía de Puerto San Julián. En otros años, había un circuito productivo de cooperativas de pescadores en torno a los ejemplares de trucha, mejillón y pejerrey, que se redujo a unos pocos pescadores en la actualidad. “Hay pocas oportunidades para desarrollarse en la pesca artesanal y muchas que vienen de la minería”, resume Behm, quien trabajó en el cultivo de mejillones, en la minería y ahora está a cargo de la infraestructura de la granja de algas.
“Nunca fue mi sueño ser minero, pero a mí y a muchos jóvenes no nos quedaban opciones en un lugar cuya matriz productiva se basa en la minería”, explica. “Acá los bosques de algas son inmensos. Pensar que yo protestaba porque se enganchaban en la hélice de las embarcaciones. No la veía como algo productivo. Ahora sé que, además, se puede reproducir y llegar a ser lucrativo”.
Este proyecto le permite a Behm soñar con el regreso de su generación al mar. “Tenemos bosques de algas vírgenes. Estamos a tiempo de proponer una alternativa antes de que los talen. Es importante que se mantengan prístinos porque la pesca de costa y muchas otras cosas se van a perder. Sueño con que la gente vuelva a vivir del mar”.
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