Cocinar con gas natural en Sudamérica, un riesgo ambiental y de salud subestimado
Cocinar con gas natural en Sudamérica, un riesgo ambiental y de salud subestimado
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Cocineras trabajan en un puesto en la Plaza de la Perseverancia en Bogotá, Colombia, en 2023. Diego Cuevas
– Las primeras mediciones realizadas en Brasil, Colombia y Chile apuntan a que estas estufas generan hasta 40 veces más emisiones de lo reportado por los países
Las estufas de gas natural con las que cocina buena parte de Sudamérica son más tóxicas para la salud y el medio ambiente de lo que se creía. Así lo asegura un reciente análisis realizado en hogares de Chile, Colombia y Brasil en el que se encontró una constante que atraviesa a los tres países: el valor de emisiones de metano que se midió alrededor de las estufas supera entre seis y 49 veces los datos estimados que usan los países para construir sus inventarios nacionales de emisiones de gases de efecto invernadero.
El gas natural, explica Ricardo Morales Betancourt, profesor de la Universidad de los Andes en Bogotá y coautor del informe, “es casi 90% metano, un combustible fósil. Pero al quemarlo, al igual que con la gasolina y el diésel, se convierte fundamentalmente en dióxido de carbono”. Es decir, por donde se mire, las cocinas de gas juegan un rol importante en el cambio climático. La sorpresa, asegura el experto, es que esta responsabilidad es mayor de lo que los países suelen registrar.
Al crear lo que se conoce como los inventarios de gases de efecto invernadero —básicamente un reporte que hace cada país detallando cuáles son sus emisiones y de dónde vienen— los Gobiernos tienen dos opciones. Una es calcularlas a partir de mediciones reales que han hecho. Y, la segunda, es acudir a datos que tiene el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) para estimarlas. En el caso de Chile, Colombia y Brasil, jamás se han cuantificado en la práctica las emisiones de las cocinas a gas, por lo que los países se han ido por la segunda vía.
El análisis, liderado por el consorcio Global Methane Hubs, pretende empezar a llenar ese vacío: evaluó lo que liberan las cocinas de 45 casas en Chile (30 en Santiago y 15 en Temuco), 30 en São Paulo y 23 en Bogotá, y comparó los resultados con el de los inventarios. Mientras que en la capital colombiana las emisiones de metano superaron seis veces los valores reportados, en Chile fueron 14 veces mayores y en la ciudad brasileña hasta 49 veces superiores.
Otra de las alarmas que encontraron, apunta Morales, es que la mayoría de las emisiones no se dan mientras se usa, sino cuando la cocina está apagada. “La combustión representa apenas un 25%. Y lo otro, el 75%, viene de pequeñas fugas, del gas que se está escapando todo el tiempo, incluso cuando la estufa está apagada”.
En Colombia, en los días paralelos a la publicación de este informe, la mayor empresa distribuidora del país, Vanti, informó que los precios de gas natural subirían 36%. El fin de las reservas de gas ha sido una verdad incómoda —y anunciada— desde hace más de diez años. Pero la transición, incluyendo la que debe suceder en las residencias, va a paso lento.
Alerta de salud
Además, los expertos alertan de que no se trata solo de una alerta ambiental, sino también de salud. Franco Morales, de EBP Chile, una empresa internacional de consultoría en ingeniería, y coordinador de los análisis en Brasil, comenta que también estudiaron contaminantes que las cocinas de gas generan —como el dióxido de nitrógeno, el monóxido de carbono y el benceno—, que afectan la salud humana. Respirarlos en exceso puede generar desde dolores de cabeza hasta mareos e inconsciencia. El benceno ha llegado incluso a ser catalogado por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) como carcinógeno en seres humanos.
“Otros estudios ya han advertido que las emisiones dentro de los domicilios generan problemas respiratorios, como asma a largo plazo. Y es un costo social importante que nadie asume y que al final carga a los sistemas de salud”, dice Morales, de EBP. En Bogotá, por ejemplo, una baja eficiencia en la combustión del gas puede estar elevando las concentraciones de los óxidos de nitrógeno por encima de los límites recomendados en ambientes con poca ventilación, según el informe.
Aunque en Sudamérica se habla mucho de la transición energética, poco se discute sobre cómo debe hacerse a nivel residencial. Las cocinas de leña que aún se usan en varias partes de la región son altamente contaminantes, pero el gas no deja de serlo. Por eso, este proyecto, dice el documento, busca dar insumos para que se elimine gradualmente el “uso de combustibles sólidos y electrodomésticos a gas natural en favor de alternativas totalmente eléctricas y eficientes”.
Chile, agrega Nicola Borregaard, también de EBP, podría tomar la delantera. “De los tres analizados, es el país más avanzado hacia la preparación de esa transición energética a nivel residencial”, dice. “Hasta junio de 2024, el balance que hicimos es que el escenario es muy favorable hacia la electricidad, implicando que sus precios son competitivos.” La transición energética, insiste, también tiene que ver con los que consumen la energía, de la forma que venga. Y el uso de gas en las cocinas, calefacciones y calentadores también debe empezar a replantearse, sobre todo en las grandes ciudades.
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