CRÓNICAS: A Todos, Cuando Éramos Niños
CRÓNICAS: A Todos, Cuando Éramos Niños
Por: Lucía P. de García
Toronto.- Parafraseando la dedicatoria con la cual Antoine de Saint-Exúpery entregó su libro “El Principito” a su mejor amigo, Léon Werth, los adultos de hoy volvamos a ser niños al recordar aquella tierna novela, considerada la más famosa del autor.
Antoine nació el 29 de junio de 1900 en Lyon, Francia, como tercero de los cinco hijos del conde Jean-Marc de Saint-Exúpery y Andrée Marie Louise Boyer de Fonscolombe, aristócratas empobrecidos. Huérfano de padre a los cuatro años, el afecto familiar le dio una infancia feliz, siempre soñando con ser aviador. Estudió en la Universidad de Friburgo, Suiza. Durante el servicio militar ingresó a las Fuerzas Aéreas Francesas en 1921. Integró la escuadrilla de pilotos que repartían correo en “La Línea”, dándose tiempo para escribir. De regreso a París frecuentó medios literarios en tanto trabajaba en diferentes oficios.
En 1926 publicó “El aviador” en la prestigiosa revista literaria Le Navire d´Argent. El mismo año cumplió su sueño de ser piloto comercial al incorporarse a la Compagnie Latécoére, para la cual efectuó arriesgados vuelos a África. Como jefe de estación aérea en el Sahara español, en 1928 escribió su primera novela “Correo del Sur”.
En abril de 1931, en Niza se casó con la escritora y artista salvadoreña Consuelo Suncin Sandoval de Gómez. También ese año conoció a Léon Werth, periodista francés, novelista, poeta, antimilitarista, ensayista y crítico de arte. Se hicieron grandes amigos pese a que Antoine era menor con 22 años y Léon ya era un conocido escritor.
Tras ser nombrado director de Aéropostale, Antoine fue a Buenos Aires a organizar la red aérea de América del Sur. Allí escribió su segunda novela, “Vuelo nocturno”. La bancarrota de la empresa le forzó ser piloto de pruebas, intentar romper records; laborar como corresponsal de prensa, hacer reportajes y artículos para varios medios.
En 1935 se perdió en el desierto del Sahara, Egipto. En 1938 sufrió un accidente grave en Guatemala. Convaleciente en Nueva York, adaptó para el cine sus dos libros, y recopiló sus escritos en “Tierra de hombres”. Durante esa estadía y coincidiendo con el inicio de la Segunda Guerra Mundial empezó a escribir “El Principito”, combinando la escritura con preciosas ilustraciones que él mismo hizo utilizando acuarelas.
El más famoso de sus mejores 16 libros narra que, cuando el aviador era niño dibujó una boa comiéndose un elefante, los adultos creyeron que era un sombrero; al corregirles le dijeron que mejor dejara de dibujar; allí se percató que carecían de imaginación. Ya adulto, al dañarse su avión en el desierto y mientras trataba de repararlo apareció un niño al que llamó “el principito”. Durante conversaciones, dibujos e interpretaciones, el niño le dijo que vive en el pequeño Asteroide B-612, donde permanentemente se puede ver la puesta del sol; hay tres volcanes a los que limpia y jardines a los que cuida. Un día brotó una rosa de la cual se enamoró. Al notarle caprichosa decidió abandonar su planeta y explorar otros. En todos encontró un personaje que encarna algún defecto y otro que encarna virtudes, lo cual constituyó un aprendizaje para el aviador, que por sobre sufrimientos y alegrías comprendió el sentido de la vida; el compartir con los allegados la riqueza del tiempo; el infinito valor del amor y la amistad y el cuidado que se les debe dar; ser aventureros, soñadores, imaginativos; apreciar que “Lo esencial es invisible a los ojos”.
Dedicó el libro con estas palabras: “A Léon Werth: Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona grande. Tengo una buena excusa: esta persona grande es el mejor amigo que tengo en el mundo. Tengo otra excusa: esta persona grande es capaz de entenderlo todo, incluso los libros para niños. Tengo una tercera excusa: esta persona grande vive en Francia, donde pasa hambre y frío. Tiene verdadera necesidad de consuelo. Y si todas estas excusas no son suficientes, quiero dedicar este libro al niño que esta persona grande fue una vez. Todas las personas grandes fueron al principio niños. (Pero pocas lo recuerdan). Corrijo, pues, mi dedicatoria: A LÉON WERTH, cuando era niño.”
Antoine también le dedicó “Carta a un rehén”, y lo nombró en tres libros más. Cuando en junio de 1940 los nazis tomaron París, escribió: “Quien esta noche me obsesiona la memoria tiene cincuenta años. Está enfermo. Y es judío. ¿Cómo sobrevirá al terror alemán? Para imaginarme que todavía respira tengo que creer que, refugiado en secreto por la hermosa muralla de silencio de los campesinos de su aldea, el invasor lo ha ignorado. Solamente entonces creo que todavía vive. Solamente entonces, deambular a lo lejos en el imperio de su amistad –que no tiene fronteras- me permite no sentirme emigrante, sino viajero. Pues el desierto no está donde uno cree. A ti, tan francés, te siento dos veces en peligro de muerte, por francés y por judío”.
En 1943 Antoine se reincorporó al ejército, en las unidades de reconocimiento Aliado. Al fotografiar el sur de Francia en preparación del desembarco de los Aliados, su avión desapareció frente a las costas de Marsella. Era el 31 de julio de 1944.
Días después apareció en el lugar un cadáver que llevaba insignias francesas. Se dedujo que era el de Antoine. En 1998, un pescador de Marsella encontró en sus redes una pulsera de plata oxidada grabada con el nombre del piloto-escritor. En 2000 se hallaron los restos del avión y en 2024 se confirmó que eran de su aeronave.
Cuando Léon se enteró del fallecimiento de Antoine, estaba oculto en la aldea de Jura, cerca de Suiza, donde pasaba las penurias que imaginó su amigo. “La paz, sin Tonio, no es enteramente paz” dijo. Léon Werth falleció como destacado pacifista el 13 de diciembre de 1955.
Anoine de Saint- Exúpery continúa viajando por el universo, en 1975 se le otorgó su nombre a un asteroide.

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