CRÓNICAS: COP30 y G9
CRÓNICAS: COP30 y G9
Por: Lucía P. de García
Toronto.- En la maravillosa Amazonía, pulmón insustituible del planeta ya que absorbe más de 15% del dióxido de carbono emitidos por los gases de efecto invernadero, en la bella y exótica Belém, capital del estado de Pará, Brasil, entre el 10 y el 21 de noviembre 2025 se reúnen pueblos originarios con científicos y líderes de más de 190 países en la Cumbre de Cambio Climático de Naciones Unidas (COP30). Su objetivo es decidir acciones que frenen el calentamiento global en forma urgente, pues al paso que va el mundo, la meta máxima de 1,5 grados centígrados habrá superado los 2,1, lo cual significaría el fin de la humanidad.
Tratando de anular tan fatal perspectiva, hace exactamente un año y en acción paralela a la COP16 celebrada en Cali, Colombia, representantes de los pueblos indígenas de los nueve países amazónicos crearon el G-9, inspirándose en otras coaliciones internacionales. Su meta es negociar en bloque sobre la Amazonía, hogar al que conocen, comprenden y defienden como el más preciado legado de sus ancestros. Por tal razón aseveraron “No permitiremos que se tomen decisiones vitales sobre el futuro del planeta sin nuestra plena participación”.
Ya en el marco del evento, el Secretario General de la ONU, António Guterres, incitó a los líderes del mundo acelerar una transición justa, rápida y definitiva hacia la energía limpia, resaltando que es más barata y multiplica por tres cada empleo.
El Secretario Ejecutivo de la ONU Cambio Climático, Simon Stiell, pidió a las naciones ricas incrementar el apoyo económico que brindan a los países en desarrollo, y así convertir las aspiraciones en acciones palpables, que demuestren al mundo que la cooperación climática está dando resultados.
El presidente de la COP30, embajador André Corréa do Lago, expresó “O decidimos cambiar por elección juntos, o se nos impondrá el cambio por la tragedia”.
Las reuniones oficiales de la COP30 iniciaron el lunes 10 con el discurso del Presidente del Brasil Luis Inácio Lula da Silva. Ante 60 jefes de Estado y de Gobierno criticó a los negacionistas del cambio climático, y exhortó actuar enseguida, para aprovechar las nuevas oportunidades económicas que representa la energía limpia.
Estados Unidos y China no han enviado delegados a la Cumbre. Ellos, los campeones de la contaminación, desde hace tiempo lanzan a la atmósfera millones de toneladas de bióxido de carbono, a sabiendas que permanecen en el aire más de un siglo.
No sorprende la actitud de Estados Unidos, en enero se retiró del Acuerdo de París aduciendo que las políticas climáticas perjudican la economía estadounidense.
Si llama la atención la ausencia de China. En enero lamentó el retiro de Estados Unidos indicando “El cambio climático es un reto común para toda la humanidad, y ningún país puede actuar solo en su propio beneficio”. Confirmó “La determinación y las acciones de China en abordar el cambio climático permanecen consistentes”. Igual el compromiso para enfrentar activamente el desafío junto con todos los países, hasta “lograr la transformación global hacia una economía verde y baja en carbono”.
Desde hace más de 30 años se trata de frenar el calentamiento global. La buena intención concretó la COP21 en el Acuerdo de París, firmado el 12 de diciembre de 2015 por 193 países más la Unión Europea, y cimentado en el compromiso de una profunda transformación económica y social.
Esto incluye reducir en forma drástica las emisiones de gases de efecto invernadero que producen los combustibles fósiles, carbón, petróleo, gas natural. Igualmente, abolir deforestación, evitar incendios, mejorar el control de la minería.
También cuidar las aguas de ríos, lagos, mares, cada vez más contaminadas y enfermas porque hacia ellas se dirigen desagües de cloacas; químicos; desperdicios industriales y de construcción; material médico y hospitalario de desecho; chatarra bélica; tanto plástico que ya forma islas artificiales. Éstos y otros productos destruyen el coral, del que surge la vida submarina vital para la existencia de los mares.
Pero ciertos líderes y gobiernos sufren de olvido, pereza y falta de decisión. No sólo incumplen la palabra comprometida en las Cumbres ambientalistas efectuadas en estos años, sino que ignoran el Acuerdo de París, que obliga revisar cada lustro los compromisos de los países ricos de financiar a los países en desarrollo sobre aspectos de tecnología destinada a beneficio del medioambiente, motivar a la población a ser parte de esa campaña.
Tal concienciación la poseen los invisibilizados pueblos originarios de nuestro continente. Desde siempre cuidan y defienden a la Madre Tierra en forma sincera, amorosa, como verdaderos hijos, muchas veces a riesgo de sus propias vidas. Su labor repercute en beneficio de todo el planeta, lo cual debería ser motivo para justo reconocimiento y apoyo financiero.
Hoy los líderes indígenas presentes en la COP 30 ofrecen compartir ese conocimiento de sanación que lo practican sus propios expertos. Sólo exigen respeto y garantías a sus derechos, participación en el diseño e implementación de las acciones climáticas en sus territorios “núcleo de la solución climática y ecológica del mundo”.
Se espera que la COP30 finalice como debe ser, con acuerdos serios y urgentes tal como demanda la situación planetaria y con firmas que en igualdad incluyan las de los líderes del G9. Igualmente, que el verde maravilloso de la Amazonía siga brindando a las generaciones del presente el estimulante soñar en un futuro feliz, donde la Madre Naturaleza se recupere y continúe la vida…

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